"No intentes cambiar tu pasado. Vive tu presente y edifica tu futuro con dicho pasado como cimiento." (E.)

domingo, 2 de octubre de 2016

Me atreví a viajar y todo salió peor de lo que esperaba. Me quedé sin dinero a mitad del viaje, me sentí muy sola, vi como le robaban 300 euros a una conocida delante de mis narices. Hice una cola de 45 minutos para que me sacaran una foto y final resultó que no había ninguna. Alguien me dio la espalda y me sentí como una carga cuando debería haber sido ligera como una pluma y vivir la que se suponía una de las mejores experiencias de mi vida. Tuve que volver antes a casa, con la sensación egoísta de haberme fallado a mí misma, y adaptarme a la rutina de la zona de confort. Porque después de todo viajé. Aunque ahora incluso me parece como un sueño lejano, la sensación agridulce que tengo cada vez que pienso en todo lo que tenía que haber hecho y dejado de hacer me hace creer que salí de la caja durante un tiempo. Las pocas fotos mal ejecutadas que me permití sacar durante esas tres semanas sirven de testigo de que no las bajé de internet para autoconvencerme, sino que estuve en esos sitios y vi con mis propios ojos lo que todos vieron allí.

Está claro que siempre pesan más las experiencias negativas porque también tuve momentos fantásticos durante el viaje pero, aunque sea injusto para los protagonistas de estos, no logran hacer que diga de verdad que este fue el gran viaje de mi vida. Pero aun así me quiero mantener positiva y pensar que si este no fue el gran viaje de mi vida es porque va a venir uno mejor. Solo queda creer y luchar.


Fue una experiencia más que sobrecogedora de la que me arrepiento no haber sacado el máximo partido. Pero lo bueno de todo es que siempre me quedará París. Y Londres. Y Breda. Y Novara. Y el mundo.