Eres un asqueroso, cerebro. ¡Era una idea buenísima! Y me la quitaste. La tienes tú, ¿verdad?, escondida para que yo no pueda acceder a ella. ¡Eres un desalmado!
El caso es que hablé con él de nuevo, con el del chaleco. Pobre, tener que venir a soltar el rollo a unos adolescentes llenos de granos y, además, castellanohablantes. Pero es majo el tipo del chaleco. Tiene dos libros. Y una navaja.
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