"No intentes cambiar tu pasado. Vive tu presente y edifica tu futuro con dicho pasado como cimiento." (E.)

sábado, 30 de junio de 2012

Oh, por fin.

Cuando yo iba a primaria, me gustaba salir desde el último sitio que había de la fila más alejada de la puerta al encerado a explicar la lección de x asignatura bajo la mirada expectante de 39 personas de mi edad, (bueno, de 38, porque Jersey llevaba en esa clase dos años más que el resto.)
Me gustaba sentarme en el único banco de la plaza en la que no daba el sol directamente porque estaba justo debajo de los guayacanes. El sol me calentaba los pies únicamente y esa era una de las mejores sensaciones que podía experimentar.
Antes de ir a clase, me gustaba planchar la falda azul y la camisa blanca con esmero y después, lustrar los zapatos negros.
Caminar por el bordillo de la acera manteniendo el equilibrio.
Cantar el himno al entrar y al salir.
Cuando salía por la puerta principal del colegio, si miraba al frente, me encontraba con el mal. Era algo que me transmitía libertad y de vez en cuando, me hacía el camino más largo, solo para poder sentirla.
Las clases de arte afuera, bajo los árboles, con el que para mí era mi Federico García Lorca personal. Él, el amante de la mitología griega y esperanzado por exponer sus cuadros, me dijo un día que tendría un futuro brillante.

Y aunque recuerdo primaria como una época amarga, me gusta traer a la mente estas pequeñas cosas que me hacían feliz entonces.

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